Bella Baxter y la perfección de lo imperfecto

¡Eres una pobre criatura Bella Baxter! Has sido arrojada en el mundo de manera siniestra y esta es la única manera de comprender tu compleja e inexplicable naturaleza – Algunas líneas de escritura espontánea inspiradas por la película «Poor Things».

¡Eres una pobre criatura Bella Baxter! Has sido arrojada en el mundo de manera siniestra y esta es la única manera de comprender tu compleja e inexplicable naturaleza. Ante la ausencia de un origen preciso y certero, ubicamos un inicio arbitrario: Con un prominente azul, tanto en tu atuendo como en tu espíritu, eres tú misma la que decide saltar al vacío, hacia un azul mucho más grande y profundo.

Te conocimos como una niña, extraviada en el proceso de reconocer el mundo y todo lo que te rodea. Eres el reflejo de cada una de nosotras, en algún tiempo distante en el que, abrumadas por lo que pasa en nuestro interior y por lo que nuestros sentidos nos enseñan, decidimos dar rienda suelta a nuestra curiosidad y arrojarnos a la satisfacción de esta.

Eres un personaje único y singular. El sueño retorcido de antiguos científicos sociales que anhelaban estudiar la naturaleza humana en condiciones particulares, sin la interferencia de la cultura y la civilización. Como una niña salvaje desarrollas tu instinto intelectual, pero mucho más tu instinto sensual y apasionado.

Quien desee adentrarse en tu historia debe liberarse primero de mecanismos como el pudor y la vergüenza, de los cuales has sido privilegiadamente excluida. La belleza es tu rasgo más notorio y atrae la atención de los hombres. La sensualidad va creciendo en ti y se hace evidente que no necesitarás a nadie para alcanzar la felicidad. Sin embargo, esa sensualidad se multiplica al interactuar con aquellos en los que nace el deseo.

Generas un magnetismo misterioso. Para los hombres representas perfección, una fachada de belleza irresistible y extrañas maneras, que progresivamente se va transformando en los demás. La insatisfacción que genera tu distancia con las convenciones y expectativas que sobre ti se ciernen te convierten en una figura poderosa, casi omnipotente, gracias a tu independencia y a esa imperfección percibida, que en realidad representa la capacidad de ver el mundo “tal cual es”.

Aunque excepcional, tu historia es también universal. Puede ser vista como el retrato de un camino que todas recorremos. Un registro del proceso que transitan nuestras consciencias hacia un posible pero incierto despertar el cual inicia, como ya se mencionaba, en nuestro instinto. Es inevitable que en medio de este recorrido llegue la racionalidad a dar estructura a nuestras sensaciones y pensamientos.

En este sentido tu historia es la historia de cada una. Tal vez todas hemos sido arrojadas también a un mundo extraño e inexplicable, en el cual nuestros sentidos y nuestra razón son las únicas armas. Pero no eres la única responsable de haber sido arrojada. Tu historia es también la historia de un extraño creador, esa figura a la que atribuimos nuestra existencia y a la cual acudimos en busca de mínimas certezas.

No es accidental que a esta figura la llames “God”, y mucho menos que su apariencia sea un tanto monstruosa. Es claramente un personaje humano, al menos en cuanto a su fisionomía, pero su rostro nos da señales catastróficas. Sus intenciones parecen buenas y lo cierto es que hay un genuino cariño por su creación. Sin embargo, sus métodos y lógica no son humanos. Son crueles e injustificables. Estás a la merced de su despiadado plan, un plan que no logras entender, y tu única salida es huir. Arrojarte de nuevo, para lo cual cualquier destino es válido, la erudición, el hedonismo, o la locura. En muchos casos parecieran ser lo mismo.

En tu criterio hay atisbos de justicia, como si esto fuera algo natural y no impuesto. Allí marcas un camino que seguir. La angustia ante el sufrimiento y la pobreza, la valentía (o el arrojo si se quiere) de decidir tu propio destino por los medios que mejor te parezcan (frente a lo cual nadie debería tener algo que decir), y la lucidez de dar un adecuado destino a quien pretenda ser dueño y señor de ti. Nuestros cuerpos son nuestro territorio y nuestro dominio. No puedo pensar en un mejor desenlace para alguien que piense lo contrario.

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