Como si hubiese sido coronado príncipe y princesa a la vez, su apariencia indeterminada queda como legado anticipado a su tiempo. Un legado de poeta maldito que buscó siempre la separación de las convenciones sociales (artificiales, por cierto). Su figura desaliñada, con el vestido negro y un busto ornamental nos recuerda a Iggy Pop. En sus palabras: “No me avergüenzo de vestir como una mujer, porque no creo que sea una vergüenza ser una mujer”.
Esta nueva entrega de escritura espontánea surge inspirada por una de las figuras más destacadas en la historia del rock mundial, un improbable e inesperado antihéroe que definió el panorama cultural de su época y transformó todo a su paso, tal vez sin proponérselo, tanto estilísticamente como en su perspectiva de nuestro mundo.
En 1967, un recóndito pueblo del noroeste de los Estados Unidos sería cuna de una estrella excepcional, un devoto del punk rock que alcanzó la maestría en su oficio, el de escribir canciones sencillas y furiosas con una alta carga de sensibilidad. Su consagración con el álbum “Nevermind”, un hito indiscutible en la cultura popular destruyó el arquetipo del músico de rock machista, prefabricado y degradante, y su tercer álbum “In Utero” consolidó un legado atemporal.
Tristemente su memoria suele asociarse en mayor medida a una turbia relación con las sustancias y la decisión trágica de terminar con su existencia, dejando muchas otras facetas en un segundo plano, como su visión creativa y su posición crítica frente a las grandes cuestiones de nuestra vida en sociedad.
Una de estas cuestiones apunta directamente a la postura activa y manifiesta frente a los derechos de la mujer y la comunidad LGBTQ. En esto reside su legado multicolor, una convicción por la igualdad y la justicia que se hizo presente, no solo en entrevistas y declaraciones públicas, sino que también fue plasmado simbólica y explícitamente en su obra.
Al regresar en el tiempo hacia una de sus fotografías tempranas nos encontramos con su icónico rostro retratado en un registro policial, adornado con el 12615 en una placa de la policía de Aberdeen, fruto de alguna noche de vandalismo e intrusión (?). Alguna de las consignas con las que solía rayar los muros de su pueblo sería la causa de este arresto.
Una frase en particular -“God is Gay”- es recordada en su biografía y proclamada por él mismo en una entrevista con la revista The Advocate. Tan sucinta cómo explosiva, esta combinación de palabras no sólo condensa un anhelo de provocación, sino que sintetiza un debate eterno de lo divino y lo humano, la moralidad religiosa y la deconstrucción de la premisa de Dios como amor universal. Posteriormente esta línea se encargaría de cerrar, cómo incuestionable sentencia, su canción “Stay Away” de “Nevermind”.
En esta misma colección de 1991 Nirvana incluye un corte acústico titulado “Polly”, una canción en apariencia tranquila y digerible, pero que en realidad encuentra su inspiración en un episodio aterrador y siniestro. Confrontado por la historia real de una niña víctima de violación, quien logra escapar de su secuestrador, decide escribir unas líneas espeluznantes que, desde el punto de vista del victimario, ponen en evidencia el acto humano más despreciable y vil.
Su estilo críptico y figurativo de escritura dio lugar a críticas que consideraban esta aproximación al tema demasiado cruda o violenta, pero en su viva voz Cobain nunca dudó en aclarar su verdadero objetivo: Atacar a una cultura repugnante dominada por una masculinidad agresiva y abusiva, en la que pesadillas cómo “Polly” tienen cabida.
Esta inquietante temática es retomada en su canción “Rape me” para el disco “In Utero”. Evidentemente desde su título, el tema causa revuelo, poniendo sobre la mesa el absurdo y sinsentido que una petición así tendría en cualquier clase de contexto, mucho más en una canción de pop. Para no dejar lugar a equívocos, Kurt siempre recalcó su intención de crear una canción anti-violación, que lograra exhibir esta espantosa realidad, aún si incomodaba.
Incluso para estándares contemporáneos parece ser una movida audaz: Retratar una problemática atroz en una canción, mientras que para cualquier otro acto del establecimiento sería inconcebible. Un episodio que ilustra muy bien esta tensión se dio en la presentación de la banda en los premios MTV del 92, en la que el canal exigió a la banda no tocar esta canción.
El trío concedería esta petición, interpretando “Lithium” a cambio, no sin antes comenzar con los primeros acordes y la línea que da título a “Rape me”. Al final de su performance, mientras un golpe en la cabeza de su propio instrumento aturdía al bajista Krist Novoselic, Dave Grohl exclamaba desde su batería demolida “Hi Axl!, Where is Axl?” en una referencia al vocalista de Guns n’ Roses, quienes encarnaban una faceta opuesta. Un estereotipo de la música rock, en el que temas como la violación y el machismo lejos de enfrentar cuestionamientos, encontrarían cuando menos su apología.
En una orilla opuesta, la postura de Kurt nunca dejó espacio a ambigüedades. Un mensaje recurrente en sus entrevistas quedó plasmado en el arte interno de su álbum recopilatorio “Incesticide”, en el que es claro que las convicciones fueron más profundas que el deseo de aumentar su base de seguidores: “Si alguno de ustedes, de alguna manera, odia a los homosexuales, a las personas de diferente color o a las mujeres, por favor háganos éste favor: déjenos en paz. No venga a nuestros shows y no compre nuestros discos”.
Una petición similar también se vería reflejada en el arte de “In Utero” en donde la proclama fue “Si eres sexista, racista, homófobo o básicamente un imbécil, no compres este CD”. Más que un grito incendiario, se trata de una premisa consecuente con un álbum femenino y maternal. Las entrañas de una mujer alada, a la vez angelical y terrenal, adornan su portada y su nombre ofrece una remembranza universal, el lugar y condición de donde todos provenimos. Cómo si de sinónimos se trataran “In Utero” y “Nirvana” representan un estado similar, libre de toda preocupación, deseo o consciencia individual.
Hablar de una energía femenina es algo que sobrepasa esta escritura, pero es útil para describir la manera en que Cobain se relacionó con las mujeres a su alrededor. Solía aprovechar la atención que generaba su persona pública para destacar el creciente rol que venían ganando las mujeres en el entorno del rock alternativo. Su cercanía con bandas como Sonic Youth, The Breeders o Bikini Kill contribuyó a resaltar la participación y liderazgo de mujeres en esta clase de esferas.
Era usual que en entrevistas Kurt manifestara su identificación con las mujeres y la necesidad de un cambio de paradigmas, en el que los roles y las expectativas impuestas culturalmente dejaran de representar mecanismos de opresión y permitieran caminos de libertad real (a través de su destrucción). Esta convicción se encuentra regada a través de su discografía, como pequeñas migas de pan, en temas como “Territorial Pissings” de “Nevermind”: “Never met a wise man / If so it’s a woman.”
Una imagen particular, con una alta carga de simbolismo, ocurriría en el festival “Hollywood Rock” de Rio de Janeiro en 1993. Un registro de la canción “Dive” nos muestra a la banda con ropa de mujer y, en el caso de Kurt, una tiara de princesa que resalta su presencia andrógina. A pesar de su reputación como rockero “death”, el negro nunca fue parte de su paleta, siendo generalmente más asociado a un atuendo multicolor.
Sin embargo, en aquella noche, con un ligero vestido negro y una personificación femenil, la banda ofreció una de sus presentaciones más legendarias, aunque infame. En el concierto con mayor audiencia de su carrera, con más de 100 mil asistentes, Kurt tomó el legado de actos como New York Dolls y con una dosis de rock teatral propondría, así como muchos de sus antecesores, el fin de los géneros, la decadencia de invenciones de la mente humana que fueron demasiado lejos.
Como si hubiese sido coronado príncipe y princesa a la vez, su apariencia indeterminada queda como un legado anticipado a su tiempo. Un legado de poeta maldito que como Baudelaire, Rimbaud o Verlaine buscó siempre la rebeldía y la separación de las convenciones sociales (artificiales, por cierto). Su figura desaliñada, con el vestido negro y un busto ornamental nos recuerda a Iggy Pop. En sus palabras: “No me avergüenzo de vestir como una mujer, porque no creo que sea una vergüenza ser una mujer”.